sorolla

Publicado en 5 Enero 2018

 

No creo que exista para un artista mayor satisfacción que verse rodeado por el universo que inspira su obra, y eso mismo debió pensar Sorolla cuando tras alcanzar el éxito y reconocerse su prestigio quiso que su refugio fuera el espejo de su carácter, de su visión particular de la vida familiar.

No es de extrañar, pues, que después de recorrer tierras andaluzas quedara maravillado por los jardines y fuentes que rodean y llenan los patios de las casas, la Alcazaba o la fantasía árabe de la Alhambra; yo misma, en el transcurso de un viaje sentí la atracción de la explosión de colores y perfumes de las flores,de su simbología y del rumor de las aguas brotando  y recorriendo los caminos azulejeados jaspeados de verde.

Pienso que al regresar a su casa de Madrid ya tendría medio concebido el trazado del jardín que deseaba, y que con el trascurso del tiempo fue triplicado, convirtiendolo en un vergel, un paraiso de paz digno, sin duda, de plasmarse en sus cuadros.

En la exposición que el Centre Cultural Bancaixa ofrece en Valencia hasta mediados de marzo del presente año se puede ver no sólo el desarrollo de esos jardines, sino también buena parte de la obra de Sorolla dedicada a la naturaleza y al paisaje valenciano y andaluz. Admirando cuadros, fotografías y muestras de cerámica una servidora se pregunta si el artista buscaba un jardín para soñar o el jardín lo buscó a él para ser inmortalizado.

 

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Escrito por Mariló Navarro

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